30 AÑOS DE EMPIREUMA
Durante muchos
años, cuando en Orihuela la actividad cultural promocionada por las
instituciones locales era mucho menos intensa que la que gozamos ahora, no se
podía decir de esta ciudad que anduviera escasa de mujeres y de hombres
sedientos de ejercer la cultura. Publicaciones como Empireuma o su hermana pequeña,
La Lucerna, nacidas de impulsos espontáneos, de sinergias entusiastas,
afloraban una actividad artística inusual para un núcleo de población
relativamente reducido.
Empireuma era un empeño que no se limitaba
a una ambición localista, sino que su espíritu apuntaba bien alto, hasta los
niveles de relevancia nacional – e incluso internacional – que, a lo largo de
estos años, ha alcanzado. La revista tuvo la inmensa virtud de ayudar a
emerger, a afirmarse, a un gran número de valiosos poetas, narradores, articulistas,
dibujantes, de Orihuela y de sus alrededores, así como de concitar a otros
artistas foráneos, muchos de ellos ya entonces prestigiosos; y otros no tanto, pero
clarividentemente captados en su ascensión discreta.
Cuando
me vine a vivir a Orihuela, ya era un buen aficionado a la lectura – en
aquellos momentos, casi exclusivamente a la poesía - , pero no tenía por
costumbre leer revistas literarias. Tampoco era amigo de asistir a actos
culturales. Mi posición era la de quien se ufana de su modestia de no exhibir
su afición a la cultura, la de pensar que los artistas o aficionados a las
artes que asisten o participan en actos socioculturales pretenden un supuesto
toque de distinción o encaramarse a través de apoyos que alejan de la soledad,
que es el único hogar posible de una creación genuina o de una asunción verdadera
del arte. Pero uno puede cambiar, dejar atrás ciertas apetitosas radicalidades,
situarse en un lugar en el que no se desdice del todo, en el que se libera de
ciertas reducciones y amplía – sin renunciar a la crítica – sus campos de
movimiento; un lugar desde el que comprende la pertinencia de cooperar en los
intentos de dar una mayor visibilidad a la cultura, máxime en estos tiempos,
cuando tantas frívolas ofertas de ocio casi arrasan su expansión dificultosa.
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Ada Soriano y José Luis Zerón. |
Diez años más
tarde, conocí a José Luis Zerón. Le mostré los poemas que consideraba más
logrados y parece que le gustaron lo suficiente como para incluirlos en Empireuma. Después, me invitó a escribir
artículos para La Lucerna. Nunca
había considerado esa posibilidad,
pero me puse a ello y así descubrí una faceta mía literaria que me satisfacía y
que, aunque estaba próxima a mis aptitudes, no se me había ocurrido imaginar. A
él le debo esa posibilidad de publicar y ese hálito para explorar otros
territorios del escribir, como se lo deben tantos otros autores que han gozado
de su generoso apoyo, de las concretas expectativas que sirven como acicate
para crecer.
Muchos, como
yo, terminábamos nuestra labor participativa con la entrega de unos folios, y
nos quedábamos a la espera de ver nuestro literario reflejo codeándose con el
de unos escritores que admirábamos. Mientras,
los responsables de la publicación - José Luis Zerón, Ada Soriano, José Manuel
Ramón y José María Piñeiro - tenían que bregar con todas las inimaginables
dificultades y contratiempos que origina la confección de una publicación tan
rigurosa. Nunca ha sido ni será suficiente el reconocimiento de las
instituciones oficiales ni el del pueblo oriolano en general. Tantas horas de lucha
han servido para lanzar treinta y cuatro números de una revista que ha situado
a Orihuela en el mapa de la cultura de nuestro tiempo, más allá de las
debidas nostalgias hernandianas.
El
pasado 28 de abril, se presentó en La Lonja el número conmemorativo del 30
Aniversario. Fue una gran alegría para todos los amigos de la literatura. Durante
más de siete años hemos tenido que
esperar la renovación de aquellos números que, a un ritmo más o menos regular, nunca
enteramente consolidado, parecían surgidos de una empresa heroica. Los adquiríamos
para leerlos con fruición, dejándolos luego descansar en un lugar accesible de
nuestras bibliotecas. Hay quienes han tachado a Empireuma de revista elitista, juicio que les ha servido para
argumentar la no pertinencia de subvenciones. Algún aficionado a la lectura me
ha comentado que algunos de los artículos que había intentado leer los había
encontrado arduos, excesivamente académicos, alejados de un lector medio. Es
probable que alguno de los ensayos pudieran resultarles complejos a los muy
lícitos aficionados a la lectura que no se preguntan por la génesis o las características
de la construcción de una obra, que simplemente aspiran al espontáneo disfrute
de la misma o a una más accesible aproximación. Pero, en cualquier caso, esa
era una parte pequeña de una oferta variada y generosa, en la que siempre ha
cabido una elección lo suficientemente amplia y diversa.
La
edición de este número conmemorativo, subvencionado por el Ayuntamiento de
Orihuela, tiene la novedad del color y la de una impresión de gran calidad. Por
lo demás, su composición – a excepción del añadido de la amena introducción de
José Luis Zerón repasando la historia de la revista – es similar a la de
siempre; es decir, da entrada a un autor más novel, a un grupo de habituales, e
incluye figuras reconocidas nacional o incluso internacionalmente como Noni
Benegas, Mario Bojórquez, Alberto Chessa, Jordi Doce,
Concha García, Dionisia García, Eduardo Moga, Vicente Luis Mora, Rafael Morales
Barba, Mercedes Roffé, Miguel Veyrat y Raúl Zurita.
La revista
mantiene muchos de sus signos de identidad, empezando por los habituales
dibujos de Pepe Aledo para la portada y prosiguiendo con su vocación de
muestrario creativo, fundamentalmente de poesía, incluyendo también traducciones.
La oferta se completa con aforismos y relatos, con diversos ensayos y reseñas, así
como con la participación de excelentes artistas plásticos.
Como se dijo
en La Lonja, las posibilidades de continuidad de la revista son muy escasas. Las
dificultades de financiación, la
ardua, estresante y extensa entrega personal no remunerada, son razones comprensibles para el desistimiento de una obra tan
exigente. Las soluciones debieran salir
de las instituciones públicas o tal vez también de nosotros mismos. Se precisaría
una mayor implicación en un bien cultural tan relevante. Hoy, prosperan las
publicaciones literarias digitales. Estas gozan del poder de la inmediatez, de
la decisiva ventaja de su factibilidad económica y su fácil difusión, pero
padecen el lastre de su fácil evaporación en el trasiego digital en el que
estamos inmersos. Empireuma es una
revista valiosa como un buen libro. Orienta y sorprende a los lectores,
ampliando su visión, sobre todo a aquellos que son conservadores y timoratos, que
tienden a reducirse en sus elecciones, a someterse a las directrices que
sutilmente impone el negocio del libro. Sus certeras propuestas no caducan, por
lo que la convierten en un valor
literario esencial, un orgullo para quienes la hacen o para los que se sienten emparentados
con esa hermosa empresa. Su continuación sería una tarea de titanes que requeriría
un mecenazgo lúcido, una cooperación entusiasta, el comprometido reconocimiento
de un proyecto que eleva la consideración de un pueblo y deja duradera constancia
de su vigencia cultural.
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